lunes, noviembre 26, 2007

Cuaderno 26 de Noviembre

CUADERNO DE BITÁCORA DE LA CIUDAD INVISIBLE

Soy nadie. Nuevamente soy nadie, nadie somos todos los tripulantes de esta nave. Surcamos decididos la Procelosa Mar de las Ondas Hertzianas con un destino incierto, aunque concreto: la anhelada quimera... y es como retornar a un hogar en el que los recuerdos se tejen y destejen día y noche; en el que nos aguarda, junto al fuego, la jícara de vino y el cuenco de aceitunas con relleno de anchoa; una bancada al sol, con vistas al ocaso anaranjado, y un perro que sestea y que, a menudo, piensa que somos sueños, sólo sueños de animal familiar, de mascota criada en el regazo...
[UN POQUITO DE BRISA EN LA CARA]
Un viejo vate ciego dejó escrito cómo la maga Circe avisaba a Odiseo, que también era Nadie, sobre el canto letal de las sirenas.”Haz pasar de largo a la nave y, derritiendo cera agradable como la miel, unta los oídos de tus compañeros para que ninguno de ellos las escuche. En cambio, tú, si quieres oírlas, haz que te amarren de pies y manos, firme junto al mástil -que sujeten a éste las amarras -, para que escuches complacido, la voz de las dos Sirenas”... Rodeada de lobos y leones que no eran sino hombres encantados, las recomendaciones de aquella dulce bruja, dignas de aquellos toscos guerreros, no nos sirven de mucho en nuestros días.
Hoy nuestra singladura avanza entre dos voces que son realmente únicas. Una llega del borde de las olas, y deja en el espíritu un calor similar al de un vaso de Oporto; otra nace en las cumbres que acarician las nubes, y cura los dolores del alma atormentada... quien quiera ser atado, ensordecido, que abandone esta nave. No es su sitio. No somos nadie sino corazones que sienten y que vuelan... que no buscan la gloria de los héroes, sino el instante que hace visible el Paraíso...
[OLEAJE INTENSO]
Seguimos navegando… el éter del sonido es hoy tan denso como un mar de caricias. Si entrecierro los ojos, y vosotros también podéis hacerlo, sé que esta travesía desvelará, como entre parpadeos, las dársenas amables de La Ciudad Invisible.

ENTRE SUSURROS, HACIA EL HORIZONTE

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