CUADERNO DE BITÁCORA DE LA CIUDAD INVISIBLE
Me asombra la tenacidad con la que este navío errante se parte la proa infatigablemente contra las olas… Envidio su insensibilidad a la rutina, su desmemoria desacomplejada, y esa fuerza concreta que la empuja a ir en pos de la utopía a pesar de la cara del océano, de las cartas marinas, e incluso de los propios navegantes… no es por nada, pero esta nave es, en sí, una unidad de destino en lo universal…
[RÁFAGA UNIVERSAL, CLARO]
En el espacio tiempo, ese flujo de idas y vueltas que surcamos cada travesía, la Historia descansa amodorrada en un anaquel. Se amontonan allí las páginas amarillentas de los cuadernos de bitácora que los tripulantes han ido completando singladura a singladura, bucle a bucle, eón a eón… resmas apelmazadas, húmedas, que no hablan de otra cosa que de “lugares que no existen en un mundo lleno de peligros”… la Nada Nunca. Y sin embargo nadie está donde está por generación espontánea. En todo caso por esforzada degeneración… Todos aquí sentimos el peso del bagaje en el dolor de huesos que nos caza a la noche, o el aliento espectral de los exploradores azotando las velas, y nuestra sombra alumbra, a la luz del candil abajo en la bodega, las vidas que han llevado nuestra vida hasta la Procelosa Mar de las Ondas Hertzianas...
[RÁFAGA QUE APAGA EL CANDIL]
Seguimos navegando… giran las manecillas del reloj, bailan los dígitos en maratones de veinticuatro horas, pero el momento queda suspendido. Sólo cabe plantar la mirada un punto más allá del horizonte, y soñar con que se cumpla esa famosa ley universal que reza: cuando un tirano sale por la puerta, por la ventana asoman las dársenas amables de La Ciudad Invisible.
FUNDE CON SENSACIÓN LIBERADORA (VALE AFLOJARSE EL CINTURÓN)
Me asombra la tenacidad con la que este navío errante se parte la proa infatigablemente contra las olas… Envidio su insensibilidad a la rutina, su desmemoria desacomplejada, y esa fuerza concreta que la empuja a ir en pos de la utopía a pesar de la cara del océano, de las cartas marinas, e incluso de los propios navegantes… no es por nada, pero esta nave es, en sí, una unidad de destino en lo universal…
[RÁFAGA UNIVERSAL, CLARO]
En el espacio tiempo, ese flujo de idas y vueltas que surcamos cada travesía, la Historia descansa amodorrada en un anaquel. Se amontonan allí las páginas amarillentas de los cuadernos de bitácora que los tripulantes han ido completando singladura a singladura, bucle a bucle, eón a eón… resmas apelmazadas, húmedas, que no hablan de otra cosa que de “lugares que no existen en un mundo lleno de peligros”… la Nada Nunca. Y sin embargo nadie está donde está por generación espontánea. En todo caso por esforzada degeneración… Todos aquí sentimos el peso del bagaje en el dolor de huesos que nos caza a la noche, o el aliento espectral de los exploradores azotando las velas, y nuestra sombra alumbra, a la luz del candil abajo en la bodega, las vidas que han llevado nuestra vida hasta la Procelosa Mar de las Ondas Hertzianas...
[RÁFAGA QUE APAGA EL CANDIL]
Seguimos navegando… giran las manecillas del reloj, bailan los dígitos en maratones de veinticuatro horas, pero el momento queda suspendido. Sólo cabe plantar la mirada un punto más allá del horizonte, y soñar con que se cumpla esa famosa ley universal que reza: cuando un tirano sale por la puerta, por la ventana asoman las dársenas amables de La Ciudad Invisible.
FUNDE CON SENSACIÓN LIBERADORA (VALE AFLOJARSE EL CINTURÓN)
No hay comentarios:
Publicar un comentario