CUADERNO DE BITÁCORA DE LA CIUDAD INVISIBLE
A veces, echo de menos esa costumbre tan ibérica de recostarse por unos minutos al cobijo de una buena sombra. Sobretodo en jornadas como la de hoy en la que nuestro cocinero Arturo, se ha pasado con esa materia gris, que él llama mantequilla, y que se asemeja más a las gachas que se le dan a un pobre chucho sin nada en el estómago…
[RÁFAGA]
“Nada es lo que era”, dicen los más veteranos de esta embarcación, y me debe de estar saliendo alguna que otra arruga, porque estoy de acuerdo. Desde que esta nave se sumergió en el proceloso mundo de las nuevas tecnologías, nuestra rutina diaria depende en gran parte de la mar binaria, una red capaz de dar caza en segundos a un buen pescado en el otro lado del mundo…
Por eso, nosotros pocas veces ya, hacemos escala en aquellos grandes puertos repletos de sanas y frescas mercancías, y el trueque lo llevamos a cabo con marineros anónimos, que a veces nos dan gato por liebre…Y así maullamos después de engullir el rancho….
[RÁFAGA]
También es verdad que la búsqueda de la utopía en los días que corren, cada vez es más compleja y tenemos que ahorrar tiempo para dedicarnos casi en exclusiva a su acecho, así que es incuestionable la ayuda casi mágica de las “seis uves”, a las que muchos ya veneran…
Sin embargo la profesión del Lobo de Mar, la honesta y respetable a los ojos de los aventureros, deja poca cuerda para tirar de los productos que ofrece el ciberespacio, y por eso, creo que la ración de pan correoso y mohoso no me ha sentado del todo bien….
[RÁFAGA]
Seguimos navegando…, si el océano fuese hoy de sal de frutas, desfilaba sin duda alguna por el tablón. Alguien debería de recordar a los altos mandos la importancia de conservar a una tripulación sana, bien alimentada y ya de paso exigir un cambio de uniforme que desde éste de principios de siglo ya huele…sólo así desembarcaremos vivos en la dársena de nuestra anhelada Ciudad Invisible…
FUNDIR CON UNA BARRA LIBRE DE ALCASERSER Y ALMAX
A veces, echo de menos esa costumbre tan ibérica de recostarse por unos minutos al cobijo de una buena sombra. Sobretodo en jornadas como la de hoy en la que nuestro cocinero Arturo, se ha pasado con esa materia gris, que él llama mantequilla, y que se asemeja más a las gachas que se le dan a un pobre chucho sin nada en el estómago…
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“Nada es lo que era”, dicen los más veteranos de esta embarcación, y me debe de estar saliendo alguna que otra arruga, porque estoy de acuerdo. Desde que esta nave se sumergió en el proceloso mundo de las nuevas tecnologías, nuestra rutina diaria depende en gran parte de la mar binaria, una red capaz de dar caza en segundos a un buen pescado en el otro lado del mundo…
Por eso, nosotros pocas veces ya, hacemos escala en aquellos grandes puertos repletos de sanas y frescas mercancías, y el trueque lo llevamos a cabo con marineros anónimos, que a veces nos dan gato por liebre…Y así maullamos después de engullir el rancho….
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También es verdad que la búsqueda de la utopía en los días que corren, cada vez es más compleja y tenemos que ahorrar tiempo para dedicarnos casi en exclusiva a su acecho, así que es incuestionable la ayuda casi mágica de las “seis uves”, a las que muchos ya veneran…
Sin embargo la profesión del Lobo de Mar, la honesta y respetable a los ojos de los aventureros, deja poca cuerda para tirar de los productos que ofrece el ciberespacio, y por eso, creo que la ración de pan correoso y mohoso no me ha sentado del todo bien….
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Seguimos navegando…, si el océano fuese hoy de sal de frutas, desfilaba sin duda alguna por el tablón. Alguien debería de recordar a los altos mandos la importancia de conservar a una tripulación sana, bien alimentada y ya de paso exigir un cambio de uniforme que desde éste de principios de siglo ya huele…sólo así desembarcaremos vivos en la dársena de nuestra anhelada Ciudad Invisible…
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