CUADERNO DE BITÁCORA DE LA CIUDAD INVISIBLE
Surcamos la Procelosa Mar de las Ondas Hertzianas siguiendo el protocolo habitual para las tempestades, es decir, agarrándonos a lo que podemos mientras nos bamboleamos por la cubierta como una horda de dos marineros borrachos. El éter del sonido se revuelve en espasmos, y nosotros nos afanamos como hormiguitas atareadas en llegar a un destino incierto, la Utopía. Como si los dados se obstinasen en mostrar siete puntos tras haber sido agitados en el cubilete, violentados y revueltos por una misteriosa mano, y lanzados sin brújula sobre el tapete verde. Verde marino oscuro, casi negro.
[UNA RULETA AL FONDO, A MANO IZQUIERDA]
Como exige el género, esta sala de juego clandestina se ve sumergida en el humo, quizás la propia niebla que anida en la memoria, o puede que esa angustia asfixiante que hace aguantar la respiración: el miedo se traspira... las apuestas son fuertes y el anonimato es el único seguro de vida... las voces son los rostros y el resto sólo prótesis con las que se construyen personajes. Siempre replicantes... En la escena la fortuna se baraja, se corta, se parte, se reparte y se lleva la mejor parte... Todo parece escrito de antemano, incluso que tú tengas escondido en la manga un as de corazones. Una corazonada, si prefieres.
[PÁLPITO]
La siguiente viñeta parece un cuadro abstracto: el horizonte parte el ensueño por medio, y nace un más allá de tinta aguada al que ponerle proa. Leyendo entre líneas las cartas marinas seguimos navegando en gris y negro… quién sabe si en la siguiente página se nos desvelarán las amables dársenas de la Ciudad Invisible.
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Surcamos la Procelosa Mar de las Ondas Hertzianas siguiendo el protocolo habitual para las tempestades, es decir, agarrándonos a lo que podemos mientras nos bamboleamos por la cubierta como una horda de dos marineros borrachos. El éter del sonido se revuelve en espasmos, y nosotros nos afanamos como hormiguitas atareadas en llegar a un destino incierto, la Utopía. Como si los dados se obstinasen en mostrar siete puntos tras haber sido agitados en el cubilete, violentados y revueltos por una misteriosa mano, y lanzados sin brújula sobre el tapete verde. Verde marino oscuro, casi negro.
[UNA RULETA AL FONDO, A MANO IZQUIERDA]
Como exige el género, esta sala de juego clandestina se ve sumergida en el humo, quizás la propia niebla que anida en la memoria, o puede que esa angustia asfixiante que hace aguantar la respiración: el miedo se traspira... las apuestas son fuertes y el anonimato es el único seguro de vida... las voces son los rostros y el resto sólo prótesis con las que se construyen personajes. Siempre replicantes... En la escena la fortuna se baraja, se corta, se parte, se reparte y se lleva la mejor parte... Todo parece escrito de antemano, incluso que tú tengas escondido en la manga un as de corazones. Una corazonada, si prefieres.
[PÁLPITO]
La siguiente viñeta parece un cuadro abstracto: el horizonte parte el ensueño por medio, y nace un más allá de tinta aguada al que ponerle proa. Leyendo entre líneas las cartas marinas seguimos navegando en gris y negro… quién sabe si en la siguiente página se nos desvelarán las amables dársenas de la Ciudad Invisible.
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