CUADERNO DE BITÁCORA DE LA CIUDAD INVISIBLE
Pocas cosas hay más excitantes en esta aventura que los encuentros en la Procelosa Mar de las Ondas Hertzianas... En el espacio tiempo que habitamos no somos sino espectros despojados de carne, pecios a la deriva de la vida mundana, intenciones de ir aún más allá… por eso cada vez que nos cruzamos con algún otro navío la moral de la marinería parece recibir una transfusión de ánimo; como si ver frente a frente a otros exploradores del éter del sonido alimentase el alma con el recuerdo de lo humano.
[RAFAGA IMPERIAL]
Hoy hemos avistado, entre olas imperiales, la expedición británica a la Ciudad Invisible. La conformaban muy diversos personajes, aunque no todos vivos… Al menos no lo estaban aquellos a quienes pude reconocer… Allí, en el puente de mando, estaba el ectoplasma de Sir Ernest Shackleton, quien nunca se rindió derrota tras derrota. “Mejor un burro vivo que un león muerto”, dicen que dijo Shackleton tras fracasar en su intento de llegar al Polo Sur. Una quimera blanca, una Moby Dick de hielo y nieve que también arrebató la vida al capitán Scott para que después Mecano le dedicase una canción… Pero también pude ver, juntos por la cubierta del barco fantasmal, a los viejos corsarios John Davis, Francis Drake y Richard Hawkins, que intuyeron las Malvinas en los delirios propios de los atracones de oro de los galeones españoles… Y allí estaba el capitán Cook, James Cook, como recién muerto en los mares del sur; con una horrible camisa hawaiana, y George Vancouver, quien junto con los españoles Bodega y Cuadra bautizó una isla que, a la larga, se quedó con el nombre del inglés, menos comprometedor… En fin, que estaban todos, pero tan abstraídos que no sé si nos vieron; nos miraban pasar como el que oye llover…
[SINESTESIA]
La flema británica parece haberse hecho con esta nave errante en esta singladura… todo está pegajoso… Así queda anotado en el diario de a bordo para que se hagan cargo las brigadas de limpieza. Nosotros, burros vivos, seguimos navegando a todo trapo de camino a las dársenas amables de La Ciudad Invisible.
FUNDE EL MASTER CON EL COMMANDER
Pocas cosas hay más excitantes en esta aventura que los encuentros en la Procelosa Mar de las Ondas Hertzianas... En el espacio tiempo que habitamos no somos sino espectros despojados de carne, pecios a la deriva de la vida mundana, intenciones de ir aún más allá… por eso cada vez que nos cruzamos con algún otro navío la moral de la marinería parece recibir una transfusión de ánimo; como si ver frente a frente a otros exploradores del éter del sonido alimentase el alma con el recuerdo de lo humano.
[RAFAGA IMPERIAL]
Hoy hemos avistado, entre olas imperiales, la expedición británica a la Ciudad Invisible. La conformaban muy diversos personajes, aunque no todos vivos… Al menos no lo estaban aquellos a quienes pude reconocer… Allí, en el puente de mando, estaba el ectoplasma de Sir Ernest Shackleton, quien nunca se rindió derrota tras derrota. “Mejor un burro vivo que un león muerto”, dicen que dijo Shackleton tras fracasar en su intento de llegar al Polo Sur. Una quimera blanca, una Moby Dick de hielo y nieve que también arrebató la vida al capitán Scott para que después Mecano le dedicase una canción… Pero también pude ver, juntos por la cubierta del barco fantasmal, a los viejos corsarios John Davis, Francis Drake y Richard Hawkins, que intuyeron las Malvinas en los delirios propios de los atracones de oro de los galeones españoles… Y allí estaba el capitán Cook, James Cook, como recién muerto en los mares del sur; con una horrible camisa hawaiana, y George Vancouver, quien junto con los españoles Bodega y Cuadra bautizó una isla que, a la larga, se quedó con el nombre del inglés, menos comprometedor… En fin, que estaban todos, pero tan abstraídos que no sé si nos vieron; nos miraban pasar como el que oye llover…
[SINESTESIA]
La flema británica parece haberse hecho con esta nave errante en esta singladura… todo está pegajoso… Así queda anotado en el diario de a bordo para que se hagan cargo las brigadas de limpieza. Nosotros, burros vivos, seguimos navegando a todo trapo de camino a las dársenas amables de La Ciudad Invisible.
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