CUADERNO DE BITÁCORA DE LA CIUDAD INVISIBLE
Hoy, durante un largo periodo en el espacio-tiempo, la procelosa mar de las ondas hertzianas se ha llenado de diminutas bolitas, que empujadas por el azar, formaban una pareja. De esa unión nacían grandes tesoros, pero la diosa fortuna no ha querido rozar a nadie de la tripulación. Nosotros habíamos apostado por aquellas pequeñas bolas que se han quedado solteras por lo menos, hasta dentro de un año.
[Ráfaga con la boca abierta]
Navegamos en busca del consuelo que nos aportan los pequeños premios diarios. Aquellos que se esconden en la rutina del día a día. Somos marineros de aguas agridulces a los que nos guían grandes principios, ideas elevadas y pensamientos trascendentales y sin embargo no despreciamos cualquier sorpresa, por minúscula que sea, para divertirnos y hacer ameno nuestro viaje que se dirige a la utopía.
Desde lo alto de la cofa oteo el horizonte, esa finísima línea, a la que perseguimos pero que nunca alcanzamos. Muchas veces nos olvidamos de ella y nos dejamos embaucar por las formas y los colores que deja a su paso. Esa línea desaparece como por arte de magia, cuando no le prestamos la atención suficiente y sólo se nos muestra en el momento en que nos damos cuenta de que debe de haberse ocultado en alguna parte.
[Paisaje invisible]
Todo lo que veo hoy son ilusiones ópticas, hemos puesto rumbo a lugares en donde la percepción de las cosas varía en virtud de la rapidez con que movamos nuestros ojos. Desde mi posición y aunque parezca imposible, observo como los objetos disminuyen y se hacen microscópicos, casi imperceptibles, incluso la tripulación que trabaja sin descanso en la cubierta, es parecida a la gran familia de Los diminutos.
[Música de aquella maravillosa serie de tv]
Seguimos navegando, como dicen algunos, por lo menos somos ricos en salud, que no es poco. Pienso que si hoy no hemos tenido suerte con el juego navideño, puede que la razón sea que los hados nos deparen un destino mejor, y nos concedan la buena estrella que nos señale el paradero de nuestra querida Ciudad Invisible.
[Ráfaga con la boca abierta]
Navegamos en busca del consuelo que nos aportan los pequeños premios diarios. Aquellos que se esconden en la rutina del día a día. Somos marineros de aguas agridulces a los que nos guían grandes principios, ideas elevadas y pensamientos trascendentales y sin embargo no despreciamos cualquier sorpresa, por minúscula que sea, para divertirnos y hacer ameno nuestro viaje que se dirige a la utopía.
Desde lo alto de la cofa oteo el horizonte, esa finísima línea, a la que perseguimos pero que nunca alcanzamos. Muchas veces nos olvidamos de ella y nos dejamos embaucar por las formas y los colores que deja a su paso. Esa línea desaparece como por arte de magia, cuando no le prestamos la atención suficiente y sólo se nos muestra en el momento en que nos damos cuenta de que debe de haberse ocultado en alguna parte.
[Paisaje invisible]
Todo lo que veo hoy son ilusiones ópticas, hemos puesto rumbo a lugares en donde la percepción de las cosas varía en virtud de la rapidez con que movamos nuestros ojos. Desde mi posición y aunque parezca imposible, observo como los objetos disminuyen y se hacen microscópicos, casi imperceptibles, incluso la tripulación que trabaja sin descanso en la cubierta, es parecida a la gran familia de Los diminutos.
[Música de aquella maravillosa serie de tv]
Seguimos navegando, como dicen algunos, por lo menos somos ricos en salud, que no es poco. Pienso que si hoy no hemos tenido suerte con el juego navideño, puede que la razón sea que los hados nos deparen un destino mejor, y nos concedan la buena estrella que nos señale el paradero de nuestra querida Ciudad Invisible.
FUNDE CON POLVOS MÁGICOS
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